sábado, 27 de marzo de 2010


Y fuiste tú la que sin importarte me tiraste al mar, y jamás preguntaste si sabía nadar y solo naufragando pude continuar pidiendo un salvavidas que me iba a buscar, a un hombre que se muere, sin tener razón que su único pecado fué brindar amor, que su único tesoro fué su corazón .

No hay comentarios:

Publicar un comentario